Aquella tienda de discos pronto se convertiría en un centro de reunión donde coincidíamos los admiradores del nuevo sonido y entre los que se encontraba Carlos, justo cuando muchos —igual que en todos los distritos— querían aprender a tocar guitarra y formar un conjunto de rock. Los aspirantes en los alrededores de aquella esquina se multiplicaron en medio de la llamada primera “invasión británica” y pronto el ambiente de todas esas cuadras se vio invadido por el sonido de guitarras eléctricas, bajos, platillos y tambores. Se formaron muchos grupos pero los que sobrevivieron y los más recordados fueron Los Darts y Los Stones. Casi en la esquina, al lado del bazar Sifuentes, vivió Carlos donde por muchos años su padre tuvo un negocio de refrigeración. A la espalda, en la cuadra siete de Leoncio Prado vivía el ‘Chato’ Walo Carrillo y en la otra esquina, en la cuadra seis de Tacna, Jaime Orué el ‘Loco Pacho’.
Me atrevo a decir que los Stones después, o quizás junto, a los Shain’s fueron de los grupos de más larga trayectoria y los que tuvieron las más numerosas conformaciones, sólo que, los Stones no grabaron disco alguno. El grupo pertenece a la estancia de los míticos junto a legendarias bandas como Dr. Wheat, Image, La Nueva Cosecha, Los Mads, Ayllu, Catarsis, entre otras; que contaron entre sus seguidores a músicos de otros grupos. Los Stones, cuyo nombre inicial fue Stone Free & Company, vio abreviado su nombre por la costumbre a Stone Free Co., hasta llegar a ser conocidos simplemente como Los Stones. La banda giró alrededor de su guitarrista Carlos Paredes, siempre tuvo más de cinco integrantes, dos cantantes y fue un grupo donde muchos músicos hicieron una especie de pasantía antes de formar parte de otros grupos.
Tuvo su periodo más estable entre los años 68-73 y su mejor formación, me parece, cuando ingresó ‘Coco’ Sánchez en los teclados y Jaime Orué en la voz entre los años 69-71. De aquella época se recuerdan tremendas versiones de las esperadísimas ‘Pago mis deudas’, ‘¿Vistes sus ojos?’ y ‘On the Bayou’ de Blue Image, Illusion y C.C. Revival respectivamente, entre muchas otras, que no dejaban de tocar en cuanta fiesta les tocó animar en toda la capital por donde distribuyeron grandes dosis de buen rocanrol, especialmente, en el área que comprendía los distritos de Pueblo Libre, Magdalena y San Miguel en aquellos imborrables fines de semana. Eran tiempos de Cream y ocasionalmente incluían ‘Strange brew’, ‘Crossroad’ y la infaltable ‘Sunshine of your love’.
A mediados del año 70 se empieza a ver, caminando por las calles de Magdalena, a Freddy ‘Puro’ Fuentes, ex baterista de la Nueva Cosecha, los York’s, Polen, el Humo y otros grupos. Por esos días, los Stones realizan una de sus mejores presentaciones en un Festival de Rock en la concha acústica del Parque Salazar, organizado por Radio Miraflores. En aquella ocasión el grupo se presentó con dos bateristas. A ‘Chertur’, el baterista habitual de la banda se le sumó el ‘Puro’ Fuentes con una batería de dos bombos. Stone Free Company ese día incluyó en su presentación temas de Blind Faith como ‘Do what you like’ y ‘Presence of The Lord’. En ‘Do what you like’, como en la versión original, cada músico desarrolló un solo luciéndose con su respectivo instrumento, especialmente Carlos Paredes en la primera guitarra. Cuando le tocó el turno a ‘Puro’, empleó adicionalmente un timbal, de los que usan en las orquestas sinfónicas. Los solos fueron espectaculares, la banda fue ovacionada y esa presentación, comentada por mucho tiempo.
De aquella gran formación sólo recuerdo que al baterista se le conocía como ‘Chertur’ y el bajista se apellidaba Zumaeta, los dos, excelentes músicos. Olvido, atribuido al tiempo transcurrido desde aquellos vibrantes días, o quizás, a los síntomas de ese incipiente alzhéimer que, cual hambriento chacal, merodea con sigilo mi mente. Espero que algún amable lector proporcione esos datos y así posibilitar el justo reconocimiento a aquellos talentosos músicos.
Otra gran actuación fue la que efectuaron ante una gran audiencia en la concha acústica del Campo de Marte, a la que asistieron todos los grupos que existían en Lima por aquel entonces y que se realizó para ayudar al baterista Lucho ‘Chacal’ Allison.
Stone Free Company también hizo dos largas y exitosas temporadas en el Neptuno y el Dragón y otras tantas en el Menke Club de la Herradura y en el Géminis de Risso. A mediados de los ochenta, Carlos formó una banda para animar las fiestas de un club en la playa ‘El Silencio’. La temporada de aquel verano además de exitosa marcó el reinicio del contacto entre muchos músicos.
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Al promediar los noventa Carlos me avisó de una nueva aventura y pude concurrir al ciclo de presentaciones que hizo con ‘Huellas’ en el ‘Sargento Pimienta’ de Miraflores junto a Walter La Madrid en el bajo, Fredy ‘Puro’ Fuentes en la batería y Carlos ‘Pacho’ Mejía en la voz. Recuerdo a un público sorprendido que no dejaba de preguntar: ¿de dónde es el grupo? ¿quiénes son los músicos? ¿dónde han estado? ¿porqué no han seguido tocando? Como siempre ocurre en estos eventos, suelen arribar otros colegas del gremio y en una de las fechas de aquel ciclo, cayó por el local del ‘Sargento’, Richard ‘Bimbo’ Macedo al que el ‘Puro’ Fuentes invitó a alternar con los tambores en el tema ‘Cocaine’, ante el beneplácito de los excitados asistentes. Gritos, fuertes y largos aplausos.
Alrededor del 2003-04 asistí al Jazz Zone con un compañero de trabajo mucho más joven que yo, pero fanático del ‘rock clásico’. El grupo esta vez —supergrupo como siempre— lo conformaban Carlos Paredes en la guitarra, Walo Carrillo en la batería, Carlos ‘Pacho’ Mejía en la voz, Félix Varvarande en los teclados y un gran bajista extranjero (‘gringo’) que no he podido identificar. El programa, en el que destacó ‘Born to be Wild’, fue sorprendente y variado. Al final, hora de saludos. Cervezas, felicitaciones a los músicos, abrazos, despedidas. Al salir, mi amigo me dijo “cuando vuelvan a tocar avísame compadre” y calificó a los músicos simplemente de “maestrazos”.
Esa fue la última presentación formal que vi de Carlos y luego por preocupaciones personales, de ambos, el contacto se distanció pero de vez en cuando hallábamos tiempo para charlar —casi al paso— entre un par de cervezas. Carlos siempre hallaba la ocasión de reunirse con colegas y tocar. Era un convencido del valor de la integración de los músicos, incluso entre los de diferentes generaciones y géneros, como una fuente inagotable de creatividad. Nunca dejó de tocar, ni ahora que ha emprendido viaje al infinito, creo que lo haga. Debe haber armando ya una gran banda con otros amigos que se adelantaron y deben estar ensayando para invadir esos paraísos con buen rocanrol. Así que cuando vuelvan a tocar, avísame Carlos, y si es verdad que por allá no hay ‘toque de queda’ ni ‘ley seca’, habrá tiempo para tomar con más tranquilidad todas las cervezas que nos venga en gana. Excelente guitarrista, gran persona y mejor amigo… ahí nos vidrios.
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