Hace pocos días, al pasar por la venida La Marina vi lo bien que está quedando la gran unidad escolar Bartolomé Herrera uno de los llamados colegios emblemáticos, nuestro querido “Bartolo”. Hoy, deben ser muchas las personas que no tienen idea de lo que significaron las grandes unidades y del aporte del ilustre peruano, quien da nombre a este colegio de secundaria.
Aunque siempre sólo se ha destacado la envergadura de lo invertido en la construcción de estas unidades, el aspecto más importante del proyecto fue la conformación de su selecta plana docente. La mayoría catedráticos destacados, autores de textos reconocidos, una presentación impecable (todos vestían terno y corbata). Un detalle anecdótico a la hora que ingresaban los profesores al aula: los libros y registros de uso cotidiano estaban acompañados siempre por un diario que podía ser La Prensa, El Comercio o La Tribuna; de los cuales solían extraer un titular o noticia que tras un breve comentario, magistralmente, la convertían en introducción al tema de la clase.
Además de la calidad de la educación impartida, habría que destacar algunos detalles del aspecto organizativo de las Grandes Unidades como la existencia de la dirección general (a cargo de un Doctor en Educación)*, la dirección de estudios, la dirección de normas educativas, la regencia (oficina de los auxiliares), la enfermería, y los Dptos. de asistencia social y psicología; todos ahora inexistentes en los colegios estatales.
Pero dentro de los momentos vividos en el colegio como las horas de lectura en la amplia biblioteca del tercer piso, las prácticas en el laboratorio y el suculento desayuno escolar, hay tres momentos de los cuales guardo gratos recuerdos, quizá por que contenían esos ingredientes estimulantes como son los triunfos y la música: los festivales deportivos, los talleres o clubs de música y arte (dibujo, pintura y escultura) y; las actuaciones de los sábados.
El colegio poseía la mejor y banda de músicos de Lima y el equipo de futbol (el prof. Chapell, ex olímpico del 36, era el DT), se coronó campeón interescolar por aquellos años (61-65). Las actuaciones tenían su momento ameno con las presentaciones de la orquesta y de la estudiantina; además, la participación de los alumnos aficionados que guitarra en mano intentaban emular a Elvis Presley (El rock de la cárcel, Hermanita, Retórnese al remitente), Paul Anka (Diana, Muchacho solitario), Del Shannon (Fugitiva), Pat Bonne (Speedy Gonzales), Brian Hyland (Sellado con un beso), Dion (Rondando a Susana, El Vagabundo), Gene Pitney (Pueblo sin compasión), James Darren (Adiós mundo cruel) entre otros (en versiones en castellano), cuando de los Beatles aún no se escuchaba ni el nombre.

Pero esa afición al canto y a la música en general no fue obra de birlibirloque, no sólo tenia su origen a partir de la audiencia de los últimos hits difundidos por la radio, sino que era promovida y encausada por los profesores del curso de música (2) y de los distintos talleres de música (4). Pediré disculpas, si me equivoco u omito algún nombre: el prof. Antonio Lora además de enseñarnos el curso, era director del Coro de Lima (en conjunto con alumnas de la GUE Miguel Grau); el prof. Castro era el director de las bandas de guerra y música y tenía a cargo el taller de instrumentos de viento (bronces); el prof. Carlos Noya, conocido director de orquesta, dirigía el taller de instrumentos de viento (cañas), percusión y la orquesta del colegio; el prof. Rivera dirigía el taller de instrumentos de cuerda: violín, viola, violonchelo y contrabajo.
Aunque la mayoría de temas del repertorio de la orquesta eran de aires afro caribeños, pues en esos años estaba de moda la guaracha, el merengue y el cha-cha-cha; hubo ocasiones que interpretando el gusto del alumnado, se incorporaron piezas de twist y de la novísima cumbia colombiana (La pollera colorá). Algunos de los integrantes de la orquesta formaban parte a la vez, de la banda de música y muchos de ellos, al salir del colegio, se hicieron profesionales y llegaron a tocar en las grandes orquestas de Lima. Y se sabe, que algo muy parecido sucedió en cada una de las demás unidades.
¿Habrá hoy algún colegio secundario que tenga 6 profesores de música e instrumentos para ensayar? ¿Cuántos colegios estatales tienen estadio con cancha de grass natural con medidas oficiales y pista atlética? ¿Qué colegio, además de los profesores de Educación Física, tiene un profesor de atletismo (recordman panamericano), un olímpico como DT de fútbol y a unos jovencitos apellidados Challe o Miflin entre los alumnos que integran su equipo de futbol?
Una vez, un amigo, creyendo que yo exageraba me dijo entre molesto y medio en broma: “tu estas inventando ¡ese es un colegio de otro país!” Yo sólo le respondí, y lo repetiré ahora: “así era el 'Bartolo' de los 60, el que está en la avenida de La Marina”.
Ojala, que además de la remodelación-ampliación del local, que ciertamente dará la comodidad de unos ambientes adecuados, se pueda recuperar algo de ese espíritu, que guiaba la labor de los profesores en la formación de nuevos hombres, en el colegio de secundaria.
* En este caso, nuestro director fue el gran maestro Dr. Jorge Castro Harrison.