Siempre había sido así, cada cierto tiempo se encontraba con amigos músicos que le contaban sobre las clases particulares que dictaban, que estaban tocando otro género de música, que habían grabado «hasta jingles» o (…). En este caso, Raúl le confió la necesidad que tenía de trabajar, la formación de un nuevo grupo y la temporada que ya habían iniciado a la cual estaba invitado.
—Tu sabes, ¡Chamba es chamba! «cuñao». —le había dicho.
… El fogueo adquirido en largas caminatas nocturnas por el puerto no le permitía coincidir con muchos que calificaban a esa zona como «picante». Pese a eso, dio unas vueltas por las calles aledañas y una vecina del barrio, toda ricotona ella, con el comprensible recelo le hizo saber el lugar exacto de las fiestas y señas de la música que allí se escuchaba.

—Tocan música disco…«música loca» que le dicen ¡ja, ja, ja!.
… Estaba oscureciendo, eran las 6:30 p. m., la hora en que todos los gatos son pardos, pero, aún así, pudo advertir que las chicas que llegaban, lucían como cadáveres dark retocados para el velorio. Patéticas. Aumentaban los curiosos en la puerta, y adentro, se escuchaba el monótono ritmo de la «música disco». Pagó su entrada e ingresó…
… La iluminación se acercaba más a la usada en los bares de segundo nivel del barrio rojo del Callao lo que le daba un aire clandestino, pecaminoso. El techo era tan alto y oscuro que hacía pensar que estaba sucio y podía albergar murciélagos y fantasmas. (…) Cuando se le cruzó Néstor, un viejo amigo, bajista con mucha experiencia.
—¡Hey compadre! ¡a los tiempos! —saludó Tomy y se abrazaron palmoteándose— ¿no me digas que vas a tocar?
—¡No!, quiero ver cómo están tocando estos locos. «Peluca» y Arturo llamaron a Raúl y están de nuevo juntos —exclamó Néstor con su típica expresión de alarma.
—Buen equipo… se han preocupado —dijo Tomy, turbado por el volumen de la música— ¡van a tocar dos grupos… y debe sonar bien ¿no?! —agregó, alzando la voz.
—Ah sí, en ese sentido Carla, la productora, es ¡exigente y muy detallista… hasta en el repertorio! —enfatizó Néstor— pero vamos a tomar una cerveza porque aquí no se puede conversar —sugirió.
Subieron al mezanine, se sentaron y pidieron un par de cervezas Cuzqueña. Abajo, la masa entregada al baile latía cadenciosamente al compás machacón de la «disco music» en medio del calor insoportable y un espeso humo de tabaco. Atrás, las parejas seguían besuqueándose.

…Después de quince minutos de intermedio, la voz misteriosa de «Producciones Mandarina» anunció al grupo estelar de la noche: ¡Foxy Lady!, el cual irrumpió con el tema homónimo de Hendrix que les sirvió para calentarse y, entusiasmar al público. El sonido era perfecto, y el look espectacular (…) El grupo continuó con «Looking for a Kiss» de New York Dolls, «Honey I Need» de Pretty Thing, «Metal Guru» de T. Rex, (…) y una serie de temas más. La gente estaba excitada y ahora había un olor a… era el final y todo el mundo buscó la salida.
—¡Qué bacán! —exclamó Tomy— loquísimo, como para filmarlo ¿no?.
—¡Loquísima dirás! —musitó Néstor— un show en una cápsula muy lejos de todo —agregó.
Pero afuera, en las calles el show de la vida continuaba. En la ciudad los típicos bellacos y malandros adoradores de Lavoe, seguían sembrados en las esquinas, asolapados en la oscuridad, esperando su oportunidad para birlar algo…
Extracto de: “La Mandarina Mecánica”, (1981).